La actividad minera podría volver a las antiguas instalaciones de Antracitas de Gillón y Minarsa, en el concejo de Cangas del Narcea. Al menos, ésa es la intención de una compañía que ya opera en la zona como subcontrata del grupo industrial de Victorino Alonso. Por esto, además de trasladar su interés al Ayuntamiento cangués, ha solicitado a la Consejería de Industria y Empleo que saque a subasta las extintas concesiones de explotación de ambos yacimientos carboníferos.
Aunque no han trascendido los pormenores del proyecto extractivo -tan sólo se sabe que su explotación será subterránea y que estudios técnicos realizados hace varios meses determinan la viabilidad de recuperar las abandonadas instalaciones-, el alcalde de Cangas, José Manuel Martínez, se ha mostrado favorable a la iniciativa. Y es que «se prevén crear 40 empleos en cada una de las minas», indicó el regidor, para quien la consolidación de puestos de trabajo en un concejo con un elevado índice de paro es «una buena noticia». Sin embargo, la reapertura de la antigua mina de Gillón, localizada en el núcleo de Rengos, en los límites del Parque Natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, está limitada por el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del enclave protegido. De hecho, el regidor admite que para llevar adelante el proyecto minero tal vez haya que aprobar una modificación del documento, aunque anota que el planteamiento de la compañía minera «es reabrir y reutilizar lo que ya existe». Por esto, en principio, Martínez considera que se trata de una inversión «viable».
Y así lo expondrá en un informe en el que se recogerán los datos disponibles y las posibles repercusiones ambientales para ser remitido «la próxima semana» a las diversas asociaciones que forman parte de la Junta Rectora del Parque, entidad competente para modificar el PRUG en el que, hasta ahora, las actividades extractivas están prohibidas de manera expresa.
«Zona crítica para el oso»
Así lo destacó ayer la Coordinadora Ecoloxista d'Asturies, cuyo portavoz, Fructuoso Pontigo, resaltó el alto impacto ambiental de estas actividades. Por esto, aseveró que «vamos a hacer todo lo posible para evitar que se modifique el PRUG» e indicó que cualquier cambio en el articulado del PRUG «exige un dilatado proceso administrativo, que desde la Coordinadora vamos a agotar».
Y es que las zonas de Rengos y Carballo en las que se encuentran las explotaciones «son lugares de alto valor natural, sobre todo la zona de Gillón, que es crítica para el oso». Esta circunstancia, explicó Pontigo, obligaría a intervenir a la Comisión Europea si la tramitación para la modificación del plan avanzase. Ante esta posibilidad señaló: «La Unión Europea no tardaría ni unas horas en paralizarlo».
Pero su confianza en la inviabilidad del proyecto no evita que critique que sea el Ayuntamiento quien «se encargue defender el cambio de uso» del espacio protegido y que «se esté jugando, en plena crisis de empleo, con la ilusión de los muchos parados de la zona utilizando como único argumento la creación de ochenta puestos de trabajo».
Esta estimación fue cuestionada por el ecologista, para quien el proyecto «parece más una opción para obtener subvenciones a corto plazo». Y es que «cuando en todas las explotaciones subterráneas de carbón similares a éstas se esta cerrando, sorprende que en vez de mantener minas abiertas se pretenda reabrir éstas, con las dificultades ambientales asociadas que tienen por estar en un espacio protegido», señaló.
Actividades punteras
Aunque los trámites ya parecen estar en marcha, este debate aún no se sustenta en documentos oficiales, ya que el primer paso firme deberá esperar a que Industria saque a concursos las concesiones de la explotación minera de Antracitas de Gillón y Minarsa.
La primera llegó a ser un referente en la minería del Suroccidente, pues empleó a más de mil trabajadores hasta que el proceso de reconversión llevó a la firma catalana que la gestionaba a decretar su cierre.
El yacimiento de Carballo, por su parte, con unos 200 trabajadores, fue otra industria puntera en la minería canguesa, aunque hace algo más de una década se determinó el final de la vida útil de las vetas de carbón, lo que sentenció su clausura. Pero las bocaminas, aún visibles, podrían recuperar su actividad si el plan sigue adelante.